En los últimos meses la población del país, se ha enfrentado a dos circunstancias de alto riesgo para la integridad física y mental, primero fue el estallido social y la violencia desencadenada, para luego enfrentar una de las pandemias más letales del último siglo. Así, en un corto periodo nos hemos visto enfrentados a factores de estrés intensos y que requieren de una capacidad de adaptación rápida para no experimentar importantes síntomas mentales, dice el Dr. Matías Amenábar, Psiquiatra de Clínica Indisa, que trabaja atendiendo las urgencias psiquiátricas.
El Estrés Agudo y el Trastorno de Estrés Postraumático, se producen cuando una persona ha estado expuesta directamente o indirectamente (trauma que ha afectado a familiar cercano) a una situación de alto riesgo vital o de integridad física y mental. En el caso de la pandemia, los sobrevivientes de infecciones graves por COVID-19 y los familiares cercanos de fallecidos por este virus, han estado expuestos a una carga emocional intensa por el alto riesgo de contagiarse o morir.
El Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) se caracteriza por la experimentación de acontecimientos altamente traumáticos y de la presentación de síntomas debidos al aumento de la activación del sistema nervioso y el desarrollo de una conducta de evitación de los estímulos relacionados con el trauma. El trastorno de estrés agudo presenta síntomas similares al del estrés postraumático, pero éstos aparecen inmediatamente después de un acontecimiento altamente traumático.
El especialista señala que entre los acontecimientos traumáticos que pueden generar un TEPT, se incluyen combates en guerras, ataques personales violentos (asaltos, violencia sexual y física), secuestros, torturas, desastres naturales y cualquier otra situación de alto peligro para la integridad física y mental. “La probabilidad de presentar este trastorno puede verse aumentada cuanto más intenso o más cerca físicamente se encuentre el agente estresante. En este sentido, la pandemia tiene la particularidad de que el agente no es perceptible a nuestros sentidos y además desconocemos cómo puede actuar el virus en nuestro cuerpo o incluso podría estar ausente de síntomas que nos ayuden a estar en alerta”, añade.
Las manifestaciones del TEPT son muy variables, sus síntomas más característicos son la reexperimentación del acontecimiento traumático, con recuerdos recurrentes e intrusos o pesadillas frecuentes con lo sucedido. Puede llevar al estado de hipervigilancia y cuando el individuo se expone a un estímulo similar al acontecido, puede experimentar un malestar psicológico intenso. Estos síntomas van acompañados por un alto nivel de ansiedad, irritabilidad e insomnio.
En este escenario de pandemia, aquellas personas que han perdido algún familiar a causa del COVID-19, además implica fallecimientos rápidos y abruptos, lo que afecta de forma más significativa a los familiares directos, amigos, y personas cercanas. “Esto es un golpe emocional tremendo y no es raro que se convierta en una experiencia traumática en sus vidas, sin poder avanzar de forma normal en sus vidas”, comenta Marjorie Todeschini, psicóloga clínica.
Particularmente en estos casos, la muerte es un “evento aún más traumático de lo habitual”, sin muchas veces haber tenido la posibilidad de haberse despedido de aquel familiar, lo que empeora aún más la situación, ya que se imposibilita el poder darles un funeral normal. “En este momento de la pandemia, muchas familias de todo el mundo, y sobre todo de países dónde hay una alta prevalencia de enfermos, están experimentando pérdidas de seres queridos en las que los procesos de duelo se están viendo interrumpidos por el distanciamiento social, desde que se enferman, e incluso anteriormente a su enfermedad”, sostiene la psicóloga, Marjorie Todeschini.
La especialista comenta que en “estos casos no hay oportunidades para decir adiós de forma presencial y después de la pérdida, de hacer algún tipo de ritual de cierre y despedida”, ya sea desde el aspecto religioso, espiritual o físico; “lo que dificulta la elaboración adecuada de un duelo, por lo que es altamente probable que éstos puedan transformarse en duelos patológicos a futuro”.
Estos familiares pasan a ser una población vulnerable en cuanto a su salud mental, pudiendo gatillar distintos tipos de sintomatologías; miedo, ansiedad, crisis de pánico, labilidad emocional, tristeza, pesadillas, anhedonia, fatiga, trastorno del sueño e inapetencia, llegando incluso a presentar episodios depresivos, TEPT, Trastorno de ansiedad y agorafobia (miedo a visitar espacios abiertos, concurridos; por el miedo al contagio).
Ambos especialistas de la psiquiatría y la psicología, recomiendan realizar algún tipo de ritual que ayude a recordar al ser querido, incluyendo una planificación y participación, mediante plataformas digitales a la espera de que termine la pandemia y el distanciamiento social. Es importante en estos casos generar espacios para hablar de los sentimientos, compartiéndolos con amigos y familiares, grupos que atravesaron la misma experiencia, y profesionales de la salud mental y emocional.
Amenábar explica que es importante retomar una rutina de actividades tras la pérdida. “Es posible recuperarse bien de un TEPT por la pérdida repentina y traumática de un ser querido. El sentimiento de inseguridad y de incertidumbre generado en esta pandemia puede ser mayor en los sobrevivientes de patologías graves por el COVID y en los familiares de fallecidos en esta pandemia. Desde el temor y la incertidumbre, del riesgo a la muerte y de pérdida de nuestro bienestar, podemos reflexionar en relación a nuestra muerte y de nuestros seres queridos”, comenta.
Seguramente esta nueva experiencia, llevará a un cambio en nuestra forma de vivir, ojalá disminuyendo el individualismo y aumentando el altruismo, concluye el Dr. Matías Amenábar.
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